miércoles, septiembre 10, 2008

Los Idus de Marzo - Thornton Wilder

XXVII - DE CATULO A CLODIA

"Yo no te oía. Estabas hablando en un lenguaje para mí incomprensible. El amor es nuestra propia eternidad. El amor es, en cada momento de su ser, todo el tiempo. Es la única vislumbre que se nos permite de lo que es la eternidad. Por lo cual, no te oía. Tus palabras no tenían sentido. Reías y yo reía también. Estábamos fingiendo que nos íbamos a amar eternamiente. Estábamos riéndonos de esos millones que están en el mundo pretendientes al amor, que saben de sobra que su amor tendrá termino."


Permitidme añadir un breve poema del gran Juan Ramón Jiménez, que me vino a la mente en el momento que terminé de leer estas palabras:

"Ante mi estas, si.
Mas me olvido de tí,
pensando en tí"


¿Quien no se ha olvidado de la persona que tiene entre sus brazos, soñando en un futuro claramente infactible? ¿Quien no se ha deleitado en los anhelos de un futuro que conocía imposible, pero que se negaba a admitir? Todos nos negamos a abrir nuestra caja de Pandora; queremos que la esperanza quede allí. Aunque sepamos que la posibilidad es ínfima, preferimos dirigir nuestra mirada hacia ese minúsculo rincón del firmamento, y obviar astros y planetas que cegarían a cualquiera. Pero así son las ansias de amor, y cuando estas besando su boca, acariciando su rostro y sintiendo como nuestros cuerpos se entrelazan como sierpes, te niegas a admitir que eso será pretérito en tan sólo unas horas, y no se repetirá. Pero es cuando más cerca estas del amor, cuando el cuerpo y la mente viajan hacia lo divino, si uno sabe realizar ese viaje.

También es verdad, que contra más subes, luego la hostia es mas fuerte, porque como decía Newton, todo lo que sube baja. ¿pero no merece la pena un buen hostión por acercarte un momento al éxtasis? Mirad a Ícaro, que por acercarse al sol, y sentir sus rayos en la piel, se le derritió la cera, desapareciendo las alas, y muriendo ahogado. Quizas sería un mejor referente Ulises, quien se ató al mástil del barco con cadenas, pero se negó a tapar sus oídos de cera. Sufrió, casi se volvió loco, pero pudo escuchar el canto de las sirenas. Pero a todos nos encanta escuchar ese falso canto de sirenas, porque que triste sería la vida inmersos en el silencio de las sirenas.

Así que tras este rollo de Wilder, Jiménez y una parrafada de mitología griega, me despido. Ya veis que hoy estoy un tanto sentimental. Es lo que pasa cuando la vida coincíde con la literatura.

1 comentario:

Black Queen dijo...

Como día estival. Así olvidaste,
amando su existir, temer su muerte.
"Luis Cernuda"