jueves, julio 27, 2006

Famara


Impresiona ver como las áridas montañas penetran en el océano, mientras las olas golpean con ímpetu la costa. Sus aguas, agitadas, estan plagadas de surferos, y excasos bañistas situados al principio, tocándo con los pies. Cuando te metes en el mar, y ves como una ola amenaza con tirarte, te sientes seguro porque tocas suelo. Sin embargo, una vez superada la ola, ves como el nivel del mar ha crecido hasta la barbilla, y luego el océano te atrae como una ventosa hacia él.

Nada que ver con las tranquilas playas de Puerto del Carmen, Arrecife o Costa Teguise que miran hacia Marruecos. El lado oeste de Lanzarote muestra toda la fuerza del Atlántico. La belleza y el peligro se fusionan en estas aguas agitadas bajo la atenta mirada de la desértica cordillera. A la izquierda, las casas blancas del pueblos de pescadores invitan a un descanso en sus terrazas. Nunca me he sentido un juguete del mar, como aquí. No son las apacibles aguas del mediterráneo, ni las de Portugal o el Canal de la Mancha. Aquí mas que nunca vale la frase de que al mar hay que tenerle respeto.

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