viernes, febrero 06, 2009

Quan la Candelària plora ....

El pasado martes dia 2 fue la Candelaria. Mi abuela siempre decía: "Quan la Candelària plora, l'hivern ja està fora". Y este martes la Candelaria rompió en lágrimas y llovió toda la noche sobre Barcelona.

Hace poco más de un año que mi abuela se murió. Yo estaba entonces en la Patagonia argentina, y nadie me informó de su muerte hasta que volví a España. Un amigo me envió un sms con un "lo siento" cuando estaba en Chile, pero no me confirmó nada ante una llamada de preocupación, aunque admito que fue una de las muchas ideas que se me pasó por la mente, aunque no la única.

Todavía echo de menos su figura sentada en el sillón cuando voy a visitar a mi tia. Por curioso que sea, los recuerdos hacia su persona no irradian de la niñez, sino de la adolescencia. Fue entonces cuando empezamos a descubrirnos mutuamente; quizás yo era el único nieto que aguantaba sus conversaciones de sus viajes por Italia. Siempre había soñado con ir a Roma, y para un chaval que empezaba el bachillerato, siempre era interesante escuchar el viaje de mi abuela. Cuando hice arte en COU, le volví a pedir los libros para ver las imágenes. En aquellos tiempos no existía internet con tanta información, así que sus libros turísticos de Toda Roma, Toda Venecia o Todo el Vaticano eran la mejor biblioteca de imágenes del renacimiento italiano. Entonces ella me los regaló; me dijo que cuando se muriera posiblemente irían a la basura, y yo era el único al que le interesaban, así que de pronto tuve todas aquellas imágenes de Giotto, Botticelli, Rafael, Miguel Ángel, Da Vinci ... en mis manos, como legado.

Cuando por fin fui a Roma, era como si visitase la ciudad eterna con mi abuela: la iglesia de la Santa Croce, la Santa Scala ... Lo mismo me pasó en Venecia con la Palla d'Oro. Como flashes de luz, sentía su imagen y escuchaba sus palabras a mi lado. Cuando murió, soñé varias veces con ella. Era como si necesitase despedirme de ella. No lo sé, quizás nunca lo sabré. Imagino que su figura irá difuminándose con el tiempo, aunque nunca llegará a borrarse. Siempre quedará en mi memoria sentada en aquel sillon con su fuerte y poblado cabello blanco, vestida con colores oscuros, y con su sonrisa incomprensible.

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