viernes, febrero 13, 2009

El oro perdido

Últimamente parece que pienso con los pies en vez de la cabeza. Perdí la semana pasada un paquete de tabaco sin estrenar, el martes una T-10 del metro, y el miercoles, lo peor, la cadena de oro con la placa, una cruz de caravaca y una cruz egipcia.

Todo empezó a las 4 de la tarde. Fuí a hacerme una higiene facial que me hacían a mitad de precio en el gimnasio (y que luego pensé que me salió cara), y la chica me pidió que me quitase la cadena. Así que me la metí en la chaqueta de la cazadora. Sin embargo, al salir, me puse la camisa, la camiseta, pero me olvidé de sacar la cadena del bolsillo. Luego me fui a la biblioteca de la UB a por un libro, al Decathlón a comprarme las gafas y el gorro para nadar, y casualmente pasé por un H&M donde me compré un jersey. Al dia siguiente, me acordé de la dichosa cadena, y bueno, no estaba en ningúno de los bolsillos de la chaqueta, ni tampoco lo habían encontrado en el gimnasio. Así que lo dí por perdido, y me fumé uno de esos cigarrillos meditativos, culpándome de mi poca concentración, y aliviándome intentando pensar que aunque fuera de oro, tampoco eran muy grandes las cruces.

Por la noche, sin embargo, encontré la cadena en el suelo de mi habitación. Se había caído de la chaqueta al ponerla en la silla. La alegría rebosó en mi ser. Había recordado como lancé literalmente la chaqueta sobre las perchas del H&M para probarme el jersey, y me extrañó que finalmente apareciera justamente en mi casa. La alegría subió por mis venas como el mejor champagne.

Esa misma noche apareció el paquete de tabaco. Sobre la tarjeta de metro, no se nada, pero después de encontrar la cadena, la alegría ha anulado su recuerdo.

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