viernes, mayo 08, 2009

Por el camino de Swann

El recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años.

Por fin terminé el primer libro de "En busca del tiempo perdido". Marcel Proust ha inundado mis pensamientos desde Septiembre del año pasado, hasta prácticamente hoy, que he decidido ponerle fin en un interminable Euromed entre Barcelona y Valencia y que he logrado terminar ya tierras valencianas.

Todo comenzó en Barcelona, en Septiembre, tras una tarde de pasión donostiarra. Lo último que supe fue que estaba leyendo a Proust. Así que decidí comprarme el libro para llevármelo al viaje a Egipto. Sin embargo una vez allí, Mahfuz sustituyó a Proust como lectura, y Alejandría desbancó a Paris como ciudad. Ya de vuelta, cuando hube terminado con Mahfuz, continué con la novela de Wilder, y así Roma fue el escenario que sucedió eclipsando a París. Una nueva tarde de pasión, esta italiana y del gélido enero, me recordó de nuevo a Proust decidiéndome a comenzar finalmente a leer aquel libro que tras haber paseado por tierras egipcias, ahora se encontraba decorando la estantería del comedor.

Con Proust el tiempo gira en espiral. Retrocede y avanza a su gusto, siempre guiado por los pensamientos, por los anhelos, los deseos, la nostálgia ... Con un detallismo quizás excesivo, donde el flash de su escritura dibuja desde el crepúsculo entre las ramas de los árboles hasta los vestidos de las damas parisinas, Proust nos introduce en una Francia melancólica de la Restauración, donde nuestras propias melancolías navegan en su propio sueño de Morfeo. Y es que no es dificil trasladar las situaciones de los personajes proustianos a nuestra propia existencia; a nuestro propio pasado que parece tomar vida en la novela como si un cuadro volviese a la luz tras limpiar el denso polvo que le ha cubierto durante largos años.
El amor te vuelve loco, el amor no correspondido todavía te hace más adicto a conseguirlo, los recuerdos de la infancia se dibujan tapando con tipex los malos momentos, los atardeceres, los amaneceres y el sol del mediodía del pasado se difuminan sobre los que sucedieron apenas unos dias, consiguiendo una simbiosis superpuesta, y los infortunios de la psique humana navegan en esta red de odios y falsedades que emana de las relaciones humanas. Y como dice Proust, volver al lugar donde pasó, no es volver al pasado, porque ese lugar tampoco quedó congelado en el instante que queremos recuperar.

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