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jueves, noviembre 01, 2007

Café de Qúshtumar

Era un café en el barrio cairota de Alabasía, donde se juntaban todas las noches 4 amigos. Abandonaron la palmera de su sus juegos de infancia para entrar en el café de Qushtumar, que a partir de entonces sería testigo de sus vidas: el instituto, la universidad, sus sueños fracasados, su vida laboral, sus ilusiones, sus matrimonios, sus divorcios, la guerra mundial, la politica egipcia, los ingleses, los americanos, Hitler, Nasser ... la vejez.

Qushtumar evoca a El Fishawy, donde todavía se respira la presencia de Naguib Mafuz, y el humo de la shisha invade la atmósfera del local.

Y algún bar árabe de Barcelona evoca este Fishawy, Qúshtumar, o íncluso el salón del Hotel Cecil de Alejandría. Y mientras saboreas el tabaco de manzana de la narguile, o mientras expulsas el humo, por tu mente viajan esos recuerdos egipcios, y tu alma se traslada a cualquier café del Jalili cairota o la Corniche alejandrina. Y entra en tus recuerdos un incesante bullicio, un aire irrespirable, unos suelos mal conservados, la música de Mounir ... , y el humo sigue saliendo de la boca, mientras escuchas el sonido de las burbujas del agua. Y entre las humaradas, las palabras salen, porque lo más importante es el diálogo entre las personas que comparten la mesa, la narguile, el té ... mientras escuchamos la música árabe del local y nos transportamos de nuevo a El Cairo.

sábado, julio 28, 2007

Amor bajo la lluvia

Se trata del título del libro de Naguib Mahfuz que esta semana, aprovechando los cortes de luz, he leído en los parques de Barcelona, hasta que, la luna en cuarto creciente, anunciaba la caida de la luz solar. Se trata de una historia curiosa. Personajes de la calle, que cambian su vida y su amor, por extrañas circunstancias, bajo el fondo de la guerra que no termina; historias de la pobreza y la riqueza, del sexo y del amor, de la lujuria y la amistad ...
Y luego, volver a casa, y encontrarla iluminada por las velas. y
Por fin volvió la luz. No sabemos cuanto dependemos de ella hasta que nos falta. No hay música, ni televisión, ni internet, ni teléfono, ni horno eléctrico, ni nevera ... y por supuesto, no hay luz. La oscuridad volvió a planear sobre nuestros hogares, como antiguamente. Y las llamas de las velas danzaron sobre el aire.

Ya menos romántico, con luz, of course, esta tarde marché con Oihana al Museo Egipcio de Barcelona. Nos habían dicho que era pequeño, así que casi eran las 5,30 cuando comprábamos las entradas, y bueno, era pequeño. Desde luego no es el British o el Louvre, pero casi me tienen que tirar de allí, porque hemos cerrado el museo; rodeados por momias y esculturas, el tiempo ha corrido sin tregua. Es el último museo barcelonés que vemos juntos. Ha sido mi compañera museística durante estos años, pero se va. Este museo egipcio es el último de nuestro tour que ha pasado por el MACBA, el MNAC, la Pedrera, el CCCB, Caixaforum ... Parece que Barcelona se convierte en una ciudad "de paso", donde es dificil echar raíces.