jueves, diciembre 21, 2006

Egipto V: Guiza y Cairo Islámico

Eran las ocho menos diez de la mañana. Allí estábamos nosotros, frente a la puerta del recinto de las pirámides, observándolas, frente al Mena House. Finalmente fueron las ocho, se abrió la puerta, y comenzamos a correr tras un turista alemán, mientras los autobuses nos alcanzaban. Compramos la entrada del recinto, compramos la entrada de la pirámide de Keops, y finalmente entramos en ella. Ascendimos por la angosta rampa, hasta que al final entramos en el la cámara sepulcral de Keops, junto a una pareja de italianos y un turista alemán. Sólo nosotros, en aquel cubículo entre construcción de piedra caliza construído hace 5.000 años. Úrsula todavía se quedo, pensativa, pero al bajar vimos que subían a hacerle compañía un grupo de turistas japoneses y poco después, otro de españolitos.
Anduvimos entre las mastabas solitarias, con la imagen de los suburbios del Cairo a nuestros pies. De pronto, comenzó a surgir ante nosotros la cabeza de la Esfinge, hasta que pudimos admirarla en su explendor. Visitamos la barca de Keops, penetramos en mastabas y pirámides subsidiarias, para despues descender hacia el templo de la Esfinge, donde de pronto, una masa de gentio desembarcada de los autobuses, nos rodeó. Parecía un centro comercial, pero conforme subíamos la calzada de Kefren, y llegábamos finalmente a su pirámide, el tumulto humano iba descendiendo. Finalmente, frente a Micerinos, nos encontramos prácticamente sólos en su templo funerario.
Continuamos adentrándonos en el desierto, donde un egipcio con una burra nos vendió una botella de agua y otra de 7 up. Este egipcio le consiguió un caballo a Roser, quien cabalgó por el desierto, bajo la atenta mirada de las 3 pirámides.
Volvimos de nuevo a hacer el recorrido, hasta la pirámide de Kéops, donde tras negociar un taxi nuevamente, nos dirigimos hacia la garganta de El Cairo.
El taxi finalmente nos dejó frente a la puerta de las Conquistas, en las murallas del Viejo Cairo. Penetramos en la arteria principal del barrio, sin asfaltar, visitando y comtemplando mezquitas y madrasas. Observamos el atardecer desde un minarete, viendo la mezquita a nuestros pies, con el paisaje cairota de minaretes y cúpulas, y al fondo, la mezquita de Saladino.
Visitamos sus tiendas de especias, de túnicas, de zapatos ... hasta llegar a la mezquita conocida como la cuarta pirámide.
En el taxi de vuelta al hotel, de pronto sonó: Amapola, líndisima amapola .... y poco después, el Bésame mucho. Ya en Zamalek, yo decidí quedarme a dormir. La noche cairota continuó para algunos, pero yo caí sobre la cama del hotel.

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