domingo, diciembre 17, 2006

Egipto II: Saqqara


Aquella noche fue dificil coger el sueño, debido al sonido incesante del tráfico en la calle, más los nervios por descubrir el país de los faraones. Al despertar, observé la imagen caótica de la calle, con el eterno sonido del claxon que se multiplicaba como el eco. Una suave niebla matinal cubría la ciudad, y frente a mi ventana, pude ver una calle jalonada por grises edificios gigantescos, algunos sin acabar, poblados por bosques de antenas parabólicas. A sus pies, el tráfico desordenado y caótico.

Tras desayunar, subimos al taxi de Mustafá con rumbo a Saqqara. Pudimos comprobar la magnitud de la ciudad del Cairo, que parecía no terminar. Al abandonar la urbe, observamos el medio rural por la ventanilla, donde se mezclaban coches y carros, junto con casas modestas que jalonaban la carretera entre palmeras. De pronto, el verde dio paso al amarillo del desierto. El taxi se detuvo en Saqqara, y tras comprar las entradas, nos separamos junto a la pirámide de Teti, quedando con el taxista a las 4 en el recinto de Djeser. Teti fue la primera pirámide que visité. Tras descender por las escaleras del angosto corredor, llegamos a una cámara decorada con jeroglíficos. A la derecha se hallaba la cámara del sarcófago, todavía allí, y a la izquierda, una tercera cámara. Y allí, impresionados, parecía que el tiempo no pasaba mientras leíamos los jeroglíficos. Tras subir de nuevo las escaleras, fuimos a visitar la mastaba de enfrente, y tras fumar un cigarrillo en aquel tranquilo paisaje desértico, nos adentramos en la mastaba de Mereruka, para marchar hacia el recinto de Djeser.
Traspasamos el muro de entrantes y salientes y tras cruzar un corredor de columnas, accedimos al patio del recinto, dominado por la figura de la pirámide escalonada. Observamos las casas del Alto y del Bajo Egipto, cogimos arena del desierto, e incluso realicé la carrera del Festival de Sed bajo la atenta mirada de la pirámide. Finalmente, tras cruzar más mastabas, descendimos la calzada de Wenis, desde su templo funerario hasta su templo del valle, o lo que quedaba de ellos. Ya de vuelta, Mustafá nos llevó a una última mastaba en coche, donde los jeroglíficos todavía mantenían el color con toda su explendor.
Ya de vuelta en el Cairo, cogimos el metro para ir a Ramses Station. Sorprende ver un metro tan moderno, y además limpio, aunque eso sí, lleno de gente a rebosar. Te das cuenta que éramos el único grupo de ''guiris'' en todo el vagón. Los guiris normalmente no cogen el metro. Ya en Ramses Station compramos los billetes para Alejandría para el dia siguiente, y continuamos hacia Jan el Jalili. Pero no encontrábamos la línea verde y por mucho preguntar, no encontrábamos el camino. Finalmente un subsahariano nos explicó el camino en francés, pero nos hizo salir del metro, y nos guió por las calles, hasta que supimos orientarnos. Ellas se rieron de mi, que no me sabía entender en francés .... Pero bueno, tras pasar por una calle llena de despojos, cruzar las calles "a la aventura" en medio de los coches, con el sonido incesante de los cláxon, la polucción patente, y una autovía por encima de nuestras cabezas en una especie de puente, llegamos a Jan el Jalili (o Khan el Khalili, en inglés). Cenamos al aire libre en una terraza. Úrsula preguntó al camarero por vino o cerveza con alcohol, pero el camarero le señaló la mezquita, una de las mas antiguas y tradicionales del mundo árabe. A esas horas apenas había turistas, excepto dos muchachas que no se porque les vimos cara de Zaragoza. Marchamos despues al Fishawy, o Café de los espejos, donde escribía el premio nóvel egipcio Naguib Mahfuz. Fumamos la sisha, tomamos té con menta, y charlamos con un camarero muy simpático que estaba casado con dos mujeres, una de ellas Patricia de Valencia. Pero como no conocía las fallas, ni las falleras, ni la paella, finalmente admitió que bromeaba. En un momento de la charla, cogí el mapa del Cairo, y miré las líneas del metro. En la línea verde ponía "under construction". ¡Con razón no la encontrábamos! ....
Al volver al hotel vimos que habían puesto el árbol de navidad, así que terminamos la noche con una foto en plan Isabel Preysler y sus amigas.

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