Salimos pasadas las 7 de la mañana de Barcelona, rumbo a la Costa Azul. Teníamos un esbozo del itinerario a seguir, unas ciudades donde podríamos dormir, y un destino a alcanzar, Mónaco. El resto del recorrido surgiría según las circustancias.
Primera parada, Montpellier, capital del Languedoc. ¿Por que paramos? Simplemente, porque queríamos descansar. Y fue una buena parada. Vimos salir a la gente del trabajo, y las callejuelas de la ciudad, antes solitarias, dieron paso a grandes espacios abiertos inundados de personas. El sol nos siguió calentando nuestra piel, mientras tomábamos un café en una terraza, o mientras serpenteábamos sus calles. Allí encontramos nuestro principal enemigo del viaje: La Boulangerie (o sea, panadería-pastelería).
Siguiente parada, Aix-en-Provence. Una ciudad preciosa llena de fuentes y con callejuelas jalonadas de edificios históricos. Sin embargo quizas "demasiado bien conservada". Y en una plaza junto a una de estas fuentes, acompañados de un personaje que dormía y ni la policía pudo despertar, se celebró nuestro primer pic nic francés.
Llegamos anocheciendo a Saint Tropez, un pueblo muy bonito, pero que francamente decepciona un poco. He visto pueblos costeros más bonitos, aunque hay que reconocer que debido a la especulación urbanística de la costa, es todo un milagro que todavía mantenga su ambiente marinero. Encontramos un camping tahitiano junto a la playa de algo que sonaba a Pamplona, y pese a la ilusión de Nesy que quería montar la tienda de campaña, por 10 euros más decidimos que se dormía mejor en un Bungalow.
Volvimos al pueblo para ver cenar a unos curiosos individuos en la cubierta de sus barquitos atracados en le Port de Saint Tropez. (permítanme la ironía, pero el barquito parecía mas bien un transatlántico). Observamos sus calas, nos perdimos por sus callejuelas, y tras recordar la voz de la teleoperadora de "España Directo" de Telefónica (que por cierto no ha cambiado el mensaje desde hace 10 años), volvimos a nuestro diminuto y estresante bungalow (un dia pasa, pero no se entiende como una familia con dos niños puede pasar las vacaciones allí), para cenar y mantener una tertulia de estas que acaban tarde.
Primera parada, Montpellier, capital del Languedoc. ¿Por que paramos? Simplemente, porque queríamos descansar. Y fue una buena parada. Vimos salir a la gente del trabajo, y las callejuelas de la ciudad, antes solitarias, dieron paso a grandes espacios abiertos inundados de personas. El sol nos siguió calentando nuestra piel, mientras tomábamos un café en una terraza, o mientras serpenteábamos sus calles. Allí encontramos nuestro principal enemigo del viaje: La Boulangerie (o sea, panadería-pastelería).
Siguiente parada, Aix-en-Provence. Una ciudad preciosa llena de fuentes y con callejuelas jalonadas de edificios históricos. Sin embargo quizas "demasiado bien conservada". Y en una plaza junto a una de estas fuentes, acompañados de un personaje que dormía y ni la policía pudo despertar, se celebró nuestro primer pic nic francés.
Llegamos anocheciendo a Saint Tropez, un pueblo muy bonito, pero que francamente decepciona un poco. He visto pueblos costeros más bonitos, aunque hay que reconocer que debido a la especulación urbanística de la costa, es todo un milagro que todavía mantenga su ambiente marinero. Encontramos un camping tahitiano junto a la playa de algo que sonaba a Pamplona, y pese a la ilusión de Nesy que quería montar la tienda de campaña, por 10 euros más decidimos que se dormía mejor en un Bungalow.
Volvimos al pueblo para ver cenar a unos curiosos individuos en la cubierta de sus barquitos atracados en le Port de Saint Tropez. (permítanme la ironía, pero el barquito parecía mas bien un transatlántico). Observamos sus calas, nos perdimos por sus callejuelas, y tras recordar la voz de la teleoperadora de "España Directo" de Telefónica (que por cierto no ha cambiado el mensaje desde hace 10 años), volvimos a nuestro diminuto y estresante bungalow (un dia pasa, pero no se entiende como una familia con dos niños puede pasar las vacaciones allí), para cenar y mantener una tertulia de estas que acaban tarde.
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