viernes, enero 27, 2006

Wolfgang Amadeus Mozart

Esta mañana abrí los ojos intentando alargar el sueño que ayer retrasé. Permanecí tumbado, pensativo, ajeno a que hace 250 años nació Mozart. Me habría gustado despertar con su Réquiem, pero fue el sonido del despertador quien realizó el sonido musical. Recuerdo sin embargo como empecé el 2006, cuando desperté mientras penetraban en mis oídos las notas de la Filarmónica de Viena que manaban desde el televisor.

Ayer fue una noche para recordar. Comida deliciosa, buena compañía, charla interesante ... y variedad de caldos para elegir: Ribera del Duero, Penedés, Burdeos, Cava, Mistela .... Caldos que pronto se hicieron dueños de mi cuerpo, navegando ardientemente por mis arterias. Y de nuevo, quizas bajo el efecto del néctar de Dionisos, volvi a morder la manzana de Eva. Si, otra vez salí, no supe volver a casa cuando terminó la cena.
Otra vez el Cangrejo, templo sagrado y Perpetuo de nuestra Religión, volvió a llamarme, tocando sus vetustas campanas. Y el sonido del bronce de la década de los 80 retrasó otra vez mi sueño.
Miradas de complicidad, sonrisas de disfrute ... sintiendo como el mundo se paraliza de este sacrosanto lugar, envuelto y protegido por una atemporal danza dionisiaca.

Pero de nuevo una pesada mañana, y el bífidus alcoactivo actuando sobre mi fauna intestinal. Perpétuos torrentes de agua han penetrado en mi estómago constantemente, como gotero interminable de líquido que intentaba calmar los efectos de una noche cuyo recuerdo perdurará en nuestras mentes ... como las notas del Réquiem.

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