

La llegada a Venecia fue nocturna. Buscamos el hotel, y al abrir la ventana observamos la belleza del canal. Salimos a cenar, y tras degustar la pasta italiana, marchamos hacia Campo Santa Margherida para conocer la noche veneciana. Tras unas cervezas, terminamos en el Piccolo Mondo, una mini discoteca, pero que era la única, con gente un tanto estraña.
La mañana siguiente cogimos el vaporetto rumbo a Piazza San Marco. Lo cogimos al revés, y en vez de ver el Gran Canal, observamos el puerto. Pero bueno, por lo menos pudimos parar en la isla de San Giorgio, hacernos un amigo japonés y observar de las vistas de San Marcos desde allí.
Por fin llegamos pudimos ver el palacio ducal, el puente de los suspiros, y esa obra de arte bizantino que pone la guinda a la plaza. Unos decidieron tomarse un café en el Florián, y otros nos introducimos en el templo. La catedral deslumbra al entrar por el dorado de sus cúpulas, y el aurea de misterio que inunda la estancia. Al final, la Pala d´Oro.
Perderse en las callejuelas, descubrir palacios decadentes e iglesias sorprendentes, subir por puentes por donde pasan las góndolas, meterse en la masa de gente que observa el Rialto ... un camino complicado para coger el Vaporetto que lleva a Murano. Por fin llegamos, había comenzado la última explicación del cristal de Murano. No compramos nada, y cerraron la fábrica. Caminamos por las calles de Murano, sin turistas. Era como Venecia, más sencilla, pero sin gente, con apenas pocos viandantes nativos. Nos cruzamos con Lionel Jospin, y volvimos a Venecia.
La noche en Venecia fue mas breve. El domingo Santa Margherida estaba mas vacía. El dia siguiente fue para conocer el Palacio Ducal. La historia de aquella república, La Serenísima, que bajo el mandato del Doge se extendió por Padua y Verona, conquistó Dalmacia, y llegó hasta las islas jónicas y Creta. Una historia de un país que comenzó su decadencia porque molestaba al emergente papado, y cuyo fin lo marcó Napoleón con su conquista. En los museos de la plaza San Marcos todavía se pueden ver las obras con las que comerciaron: antigüedades griegas y romanas. El explendor de la república se palpa en los frescos del palacio: Tintoretto, Veronese ... , y los palacios que pueblan la isla, son testigos caducos de ese pasado.
Espero volver a perderme en tus callejuelas, navegar por tus canales, deleitarme en tus palacios ... iluminado por ese campanile que indica la sepultura del apostol San Marcos.